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Marc Rigo
Martes, 26 de Marzo de 2019
Felanitx / Hospici

La vida es un sino balanceado en el ritmo de las agujas de un reloj sin compás

El tiempo recorre los viejos caminos de la memoria, tras los recuerdos engañados o no de un anciano cuerpo. Una dolorosa espalda quizás curtida por el duro trabajo, cargando y descargando los frutos de la tierra.

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Unas manos arrugadas reposan sobre la falda, unas manos marcadas por la vida y la historia. Unas manos talladas por el sufrimiento y el esfuerzo de un día a día nada fácil. Unas manos que quizás bordaron con esmero viejos ajuares o enzarzaban primorosamente los tomates de guardar, o elaboraban el pan que alimentaba a la familia, hoy son manos llenas de saberes, hermosamente tranquilas.

 

Tras esos ojos menudos se pueden leer el paso de una vida llena quizás de sinsabores y pequeñas alegrías. Unos ojos que buscan ya con ansiedad seguramente el reposo que aún no llega. El cansancio acompaña ya el final del camino.

 

La cara muestra las bellas arrugas del tiempo, marcadas por el sol y por el sufrimiento, hoy reposan pausadas al compás del balancear de la mecedora azul. Una piel que antaño seguramente conoció el amor y vibro de pasión quizás en algún que otro momento. Hoy su historia es solo eso historia, al no poder repetir emociones por falta ya de sensibilidad en la piel ni ánimos en el alma

 

Las palabras suenan a veces repletas de sentimientos, otras huecas de contenido, un contenido que el aire vació del cofre de los recuerdos en un día sin fecha y sin hora.

 

Inexplicablemente la caricia conserva todo su sentido, o por lo menos algo de su sentido, es quizás lo único que aún trasmite algo de calor humano tras el vacío más absoluto, tras ese pozo sin fondo que es perder la historia y los recuerdos. Los espacios ya no marcan distancias, marcan esfuerzos que no esperanzas.

 

La vida es un sino balanceado en el ritmo de las agujas de un reloj sin compás.

 


Frente a la emoción, mezclada con la alegría y con el deseo de que el nuevo Hospici responda a las ilusiones creadas, vemos como siguen algunos a través de sus facebooks enzarzándose en la autoconcesión de méritos y medallas sin el más mínimo pudor. Personalizar y digitalizar en interés propio logros comunes no es elegante y muy poco gratificante.


 
Frente al interés si sentido, felicitemos a la colectividad de Felanitx por ese logro social y sanitario que representa el Hospici. Un añorado deseo, ahora convertido en realidad. Es lícito pedir inclusión sin exclusión para todos quienes han formado parte del proyecto, es de justicia hacerlo. Porque no olvidemos que para que ahora luzcan como lucen sus espacios, tiempo atrás, alguien tuvo que tomar la desagradable decisión de cerrar el antiguo Hospici, los motivos claros y evidentes de la decisión, fueron que el centro no reunía las condiciones necesarias para su uso a nivel de accesibilidad para los usuarios, ni ofrecía comodidad, ni la necesaria higiene que dichos centros requieren. Por ello hasta el cierre pudo ser positivo, ello permitió y motivo el nuevo centro. Sumar siempre añade valor y las realidades por duras que sean se deben asumir.

 

Es cierto que quizás alguna otra decisión fuera posible, pero se eligió cerrar como mejor opción para quienes les correspondía gobernar en aquel momento.

 

No consiste en dar ni quitar, es cuestión solo de recordar, ahora que aún podemos recordar.


El Hospici necesitaba un cambio, radical si se quiere y seguramente para ello fue necesario su cierre. Ante los parches mejor quizás sea la reconstrucción o la remodelación. Hoy debemos alegrarnos, no seguir rasgando vestiduras ni repartir culpas de decisiones que seguramente quienes las critican hubieran tomado las mismas, si sus formaciones hubieran tenido el respaldo suficiente para asumir la gestión del gobierno.


El mérito debe ser entendido de todos, los de antes y los de ahora, los de ayer y los de hoy. Y ello a pesar del parcial cambio de uso del recién reabierto Hospici.

 

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Para terminar solo un deseo fruto quizás de alguna carencia emociona o de una noche de insomnio. El patio sería mucho más humano con dos árboles que en verano pudieran ofrecer el frescor y la suavidad de la brisa a aquellos usuarios que aún puedan disfrutar de él. Ofrecerles lo mejor es siempre la mejor opción para quien se lo merece todo. Las palmeras murieron, pero no por ello hay que negar la vida.

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